Señor Jesús, me arrepiento por todo lo malo que he hecho hasta hoy, y me apropio de tu promesa que dice: “Jamás volveré a acordarme de tus pecados” (Hebr. 10:17).
Renuncio a todo pecado, entrego todo lo negativo que me está haciendo daño, a toda atadura que no me deja progresar, rechazo toda plaga con que el devorador ha querido arruinar mis finanzas, mi paz interior, mi familia. No acepto ninguna influencia del maligno.
No acepto el desempleo, la enfermedad, las deudas (enumerar todo aquello que te esté causando angustia.)
Ordeno en el nombre de Jesús al espíritu de derrota, espíritu de ruina, escasez, necesidad, hambre y deuda que se aparte de mi vida, de mi hogar, de mi trabajo, negocio y de mi casa.
Te ordeno, Satanás, ahora mismo que sueltes mis finanzas; en el nombre de Jesucristo vivo y resucitado te ordeno con la espada del Espíritu Santo que salgan por donde llegaron sin hacer daño alguno.
Hoy quebranto toda maldición en nombre de Jesucristo vivo y resucitado, huyan de mi casa, trabajo, de mis planes, espíritus perturbadores, engañadores, les manda DIOS PADRE, les manda DIOS HIJO, les manda DIOS ESPÍRITU SANTO, retrocedan ante la poderosa Sangre de Jesucristo que se derramó en el calvario y que los Ángeles la recogieron para que sea derramada sobre toda la humanidad perdida, sobre todos los que creen y esperan en el Dios vivo.
Retrocede, Satanás, ante la excelsa Madre de Dios, la Santísima Virgen María, quien aplastó tu muy orgullosa cabeza por su Inmaculada Concepción.
Padre Santo, pido que tu unción sea derramada para que engendre espíritu de vida dentro de mí para que sea rota cualquier actitud de grosería, desánimo que haya dentro de mí o en cualquier miembro de mi familia, que habite en mi casa y que esté impidiendo la bendición que Dios me ha otorgado.
Corto con tu Sangre poderosa cualquier atadura que esté oprimiendo mi economía familiar, mi mente, mis pensamientos, mi sexualidad. Te ordeno, Satanás, que sueltes mi vida, mi progreso espiritual y material, suelta mi familia ahora mismo.
En el nombre de Jesucristo ato y encadeno toda interferencia que Satanás haya querido ponerme para hacer daño a mi vida personal y familiar o mis bienes.
Reclamo mi prosperidad ahora mismo en el nombre de Jesucristo, perdóname por permitir el fracaso en mi vida, por asustarme ante las circunstancias, ante los problemas, ante la adversidad y ante la situación difícil. Hoy quiero llenarme de la unción de gozo, de triunfo, de conquista, de vencedor, de éxito, de paz. No quiero desanimarme, ni atemorizarme, ante cualquier tropiezo que se me presente, anulo desde ya toda situación difícil que tenga que afrontar, que no vuelva a perder mi paz, mi alegría y me apropio de tu promesa que dice: “Este pobre gritó y el Señor lo oyó y libró de todas sus angustias” (Sal. 34:6).
Engendra, Señor Jesucristo, en mí el espíritu de fortaleza, espíritu de victoria, espíritu de progreso, de optimismo, dame todas las fuerzas para salir vencedor y me apropio de tu promesa que dice: “Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom. 8:31).
Levanto mis brazos y extiendo mis manos a ti para que tú las llenes de toda clase de bendiciones y me apropio de tu promesa que dice: “Quiero toda clase de bendiciones” (2 Cor. 2:9).
Reclamo y recibo todas las bendiciones, recibo salud, recibo la paz para toda mi familia, recibo prosperidad, recibo visión y sabiduría; y me apropio de tu promesa que dice: “Y así como sabemos que Dios oye nuestras oraciones, también sabemos que ya tenemos lo que hemos pedido” (1 Juan 5:1).
Me envuelvo en los lazos de tu ternura para proteger mis bendiciones y las de mi familia. Me sumerjo en el mar de tu misericordia y de tu ternura porque eres un Dios grande y provees todo lo necesario para que no nos haga falta nada; y me apropio de tu promesa que dice: “Con lazos de ternura, con cuerdas de amor, los atraje hacia mí, los acerqué a mis mejillas como si fueran niños de pecho, me incliné a ellos para darles de comer” (Os. 11:4).
Señor Jesús, envía lluvia de bendiciones como la bendición que diste a Abraham, a Isaac, a Jacob y a Efraín. Recibo y me apropio de la promesa que dice: “Te bendeciré y sé tú una bendición” (Gén. 12:2).
Con la autoridad que tú me has dado, hoy quiero bendecir a todos los que me han maldecido; bendigo mis sueños, mis ilusiones, bendigo a los que me han hecho daño, bendigo a los que me han traicionado, bendigo a los que me han perseguido (entrégale a los pies de Jesús con nombre propio todas estas personas) y me apropio de tu promesa que dice: “Bendigan a los que les persiguen, bendíganlos y no los maldigan” ( Rom. 12:14).
Bendigo a los que se burlaron de mí, bendigo a todos los que me pagaron mal, bendigo a todos aquellos que abrieron heridas en mí corazón y me causaron tristeza y dolor, bendigo a los que me defraudaron, bendigo a los que me dejaron solo cuando yo esperaba de ellos, bendigo a los que me engañaron, bendigo a los que me hicieron trampa, bendigo a los que me robaron (estando a los pies de Jesús diga los nombres de estas personas).
Bendigo mi pasado, bendigo mi presente, bendigo mi futuro, bendigo mi familia, bendigo mi casa, bendigo mis hijos, bendigo a mis padres, bendigo a mis futuros descendientes, bendigo mis actitudes, bendigo mis palabras, bendigo mis pensamientos, bendigo a los que habitan en mi casa, bendigo mis fracasos, bendigo mis tristezas y me apropio de la promesa que dice: “No devuelvan mal por mal, ni insulto por insulto, al contrario, devuelvan bendiciones, pues Dios los ha llamado a recibir bendiciones” (1 Pedro 3:9).
Bendigo mis alegrías, bendigo mi patria, bendigo mis negocios, bendigo mi trabajo, bendigo mi esposo(a), bendigo mis hijos, bendigo mi profesión, bendigo a los gobernantes, bendigo a los obispos y sacerdotes, bendigo a los pobres, bendigo a los desprotegidos, bendigo a mis jefes, bendigo a mis compañeros, bendigo a mi soledad, bendigo mis ilusiones, bendigo mis pasos, bendigo mis bienes y me apropio de la promesa que dice: “El Señor te protege de todo peligro, él protege tu vida. El Señor te protege en todos tus caminos ahora y siempre” (Sal. 121:8).
Bendigo este año, bendigo con tu bendición todos mis planes, proyectos, ilusiones (preséntale al Señor todos planes para este año), y me apropio de tu promesa que dice: “los planes son del hombre, la palabra final la tiene el Señor” (Prov. 16:1).
Bendigo con tu bendición mi mente, mi corazón, mi espíritu, mi cuerpo, mi sexualidad, etc., con tus propósitos que piensas efectuar en mí; y me apropio de la promesa que dice: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas” (Prov. 3:5-6).