Cuando niños aprendimos a pedir perdón, pero no a perdonar. Muchas veces hacemos cosas sin darnos cuenta o sin medir las consecuencias de nuestras acciones. Nuestras palabras o nuestro compo... Leer más
Una profecía sobre la futura apostasía de Roma ¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestiales, San Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y terrible lucha que tenemos que sostener con... Leer más
Creador Inefable! Tú, que eres la verdadera fuente De luz y de sabiduría Y el principio supremo Dígnate infundir Sobre las tinieblas de mi inteligencia El resplandor de tu Claridad, apartand... Leer más
Vivimos en un mundo donde cada día se van perdiendo los valores y la fe en Dios. Queremos olvidarnos de Dios y solo creer en el hombre, en la ciencia. Pero ¿cuánto puede hacer la ciencia? ¿P... Leer más
Señor Jesús, me arrepiento por todo lo malo que he hecho hasta hoy, y me apropio de tu promesa que dice: “Jamás volveré a acordarme de tus pecados” (Hebr. 10:17). Renuncio a todo pecado, ent... Leer más
Señor Jesús, en tu Nombre, y con el poder de tu Sangre Preciosa sellamos toda persona, hechos o acontecimientos a través de los cuales el enemigo nos quiera hacer daño. Con el poder de la Sa... Leer más
Señor, me apropio de tu palabra que dice: “Porque ésta es mi sangre con la que se selló el pacto en el cual es derramada a favor de muchos”. Hoy quiero que selles mi vida personal con todas... Leer más
Sólo las manos consagradas de un sacerdote deben tocar la Sagrada Eucaristía ¡DIOS MISMO! La Eucaristía en la mano es el error más egoísta que Satanás y sus demonios han sembrado en el mundo... Leer más
Lorica de San Patricio / La Coraza de San Patricio
Versión Corta
Cristo conmigo,
Cristo ante mí,
Cristo tras de mí,
Cristo en mí,
Cristo bajo mí,
Cristo sobre mí,
Cristo a mi derecha,
Cristo a mi izquierda,
Cristo cuando me acuesto,
Cristo cuando me siento,
Cristo cuando me levanto,
Cristo en el corazón de todo hombre
que piensa en mí,
Cristo en la boca de todo hombre
que hable de mí,
Cristo en todo ojo que me ve,
Cristo en todo oído que me escucha.
Versión Larga
Me levanto hoy
Por medio de poderosa fuerza,
la invocación de la Trinidad,
Por medio de creer en sus Tres Personas,
Por medio de confesar la Unidad,
Del Creador de la Creación.
Me levanto hoy
Por medio de la fuerza del nacimiento de Cristo y su bautismo,
Por medio de la fuerza de Su crucifixión y su sepulcro,
Por medio de la fuerza de Su resurrección y asunción,
Por medio de la fuerza de Su descenso para juzgar el mal.
Me levanto hoy
Por medio de la fuerza del amor de Querubines,
En obediencia de Ángeles, En servicio de Arcángeles,
En la esperanza que la resurrección encuentra recompensa,
En oraciones de Patriarcas,En palabras de Profetas,
En prédicas de Apóstoles, En inocencia de Santas Vírgenes,
En obras de hombres de bien.
Me levanto hoy
Por medio del poder del cielo:
Luz del sol,
Esplendor del fuego,
Rapidez del rayo,
Ligereza del viento,
Profundidad de los mares,
Estabilidad de la tierra,
Firmeza de la roca.
Me levanto hoy
Por medio de la fuerza de Dios que me conduce:
Poder de Dios que me sostiene,
Sabiduría de Dios que me guía,
Mirada de Dios que me vigila,
Oído de Dios que me escucha,
Palabra de Dios que habla por mí,
Mano de Dios que me guarda,
Sendero de Dios tendido frente a mí,
Escudo de Dios que me protege,
Legiones de Dios para salvarme
De trampas del demonio,
De tentaciones de vicios,
De cualquiera que me desee mal,
Lejanos y cercanos,
Solos o en multitud.
Yo invoco éste día todos estos poderes entre mí y el malvado,
Contra despiadados poderes que se opongan a mi cuerpo y alma,
Contra conjuros de falsos profetas,
Contra las negras leyes de los paganos,
Contra las falsas leyes de los herejes,
Contra obras y fetiches de idolatría,
Contra encantamientos de brujas, forjas y hechiceros,
Contra cualquier conocimiento corruptor de cuerpo y alma.
Cristo escúdame hoy
Contra filtros y venenos, Contra quemaduras,
Contra sofocación, Contra heridas,
De tal forma que pueda recibir recompensa en abundancia.
Cristo conmigo,
Cristo frente a mí,
Cristo tras de mí,
Cristo en mí, Cristo a mi diestra,
Cristo a mi siniestra,
Cristo al descansar,
Cristo al levantar,
Cristo en el corazón de cada hombre que piense en mí,
Cristo en la boca de todos los que hablen de mí,
Cristo en cada ojo que me mira,
Cristo en cada oído que me escucha.
Me levanto hoy
Por medio de poderosa fuerza, la invocación de la Trinidad,
Por medio de creer en sus Tres Personas,
Por medio de confesar la Unidad,
Del Creador de la Creación.
(traducción de un antiguo texto irlandés)
Ven, hijo mío, ábreme tu corazón; Yo soy tu Madre. Quiero que me cuentes, de una en una, tus penas, tus tristezas, tus agonías; las angustias que padecen los tuyos en las luchas diarias; las penurias que turban la calma del hogar.
Todo lo sé, porque mis ojos maternales escudriñan hasta los últimos repliegues del corazón de los pobres hijos desterrados en este valle de lágrimas, pero quiero que tú mismo me lo digas, sin tardanza, sin recelos; quiero oír de tus labios la historia dolorosa de tu propio corazón.
Yo no sería la Madre de Misericordia, como bien me llamas, si acaso, los miserables no tuvieren derecho a depositar en mis manos sus penas y dolores, a esconderse dentro de mi manto de la tempestad de lágrimas de la vida.
Hay miserias en la tierra, dolores en las almas, angustia en las conciencias; aquí estoy Yo, la Madre del Consuelo y de Clemencia, para ser luz y esperanza en las tinieblas del mundo y en las zozobras del espíritu.
Para que fuesen bienaventurados los que lloran, en el Calvario me constituí, especialmente, Madre de ellos…
Si sufres, si lloras, eres también bienaventurado, porque mi sombra te cobija siempre y mi bendición jamás te faltará.
Hijo mío, si el recuerdo de un ayer culpable turba tu mente y disminuye la confianza en mi inmensa misericordia, mírame; soy tu Madre, nada más que tu Madre, olvida lo pasado y sólo piensa que estás de rodillas delante de tu Único Consuelo y de tu Última Esperanza.
Dulce Madre mía, en verdad que Tú sola eres mi único consuelo y mi última esperanza. Por eso, con la confianza que me inspira tu amoroso corazón de Madre, en estos instantes de íntima confidencia, quiero juntar todas mis necesidades en una sola plegaria y todos mis dolores en un manojo de lágrimas.
¡Qué distantes los días felices de mi infancia en que, blanca el alma y pura la conciencia comencé a amarte Madre mía; llevando a tus plantas las primeras avemarías de la vida y las últimas flores de un mayo… Han pasado los años! Ya no soy un niño, soy un pecador.
Los huracanes de tantos estíos han amontonado polvo en el alma y espinas en el camino. Agobiado de fatiga; vacío de virtudes el corazón; vacías las manos de buenas obras; tardíos los labios para invocarte; tengo miedo ahora de llamarte Madre.
Pero tu misericordia me llama, tu bondad me anima, tus miradas me subyugan y me siento con derecho como miserable que soy, a llamarte Madre, Madre mía.
Y como Madre bondadosa que oye sin cansarse el recuento de las querellas y padecimientos filiales, vengo a decirte, Señora mía, mi Plegaria que brota desde el fondo del alma; vengo a pedirte por los MÍOS, por esos seres cuyo recuerdo es hiedra que vive entre los escombros del corazón.
Te pido por mis padres, mis hermanos, mis amigos. Bien sabes, Madre mía, su nombre y sus necesidades. Hay, sin duda, en el seno de esos hogares penas hondas y secretas; días sin pan y noches sin lumbre… tal vez ausencia o la enfermedad de alguno de los suyos les está matando de angustia…
Crecimos juntos o nos unimos al pie de la cruz, y después esa misma cruz que es la del deber nos ha ido separando del nido santos del hogar o de la amistad. Ten piedad de los amados ausentes que trabajan y luchan lejos de la familia, y tal vez lejos también de tu altar. Ten misericordia de los oprimidos por la enfermedad, apenas les queda fuerza para invocarte; cuídalos y bendícelos con todo tu amor de Madre.
La pobreza, Madre mía, es una bendición de Dios, pero a veces, ¡qué dura, qué amarga!… Para endulzar aquella amargura estás entre nosotros, Tú, la Madre del Primer Pobre que no tuvo una piedra para reclinar la cabeza. Pon en el corazón de los necesitados la dicha de la resignación y sea tu amor su único tesoro.
También te pido, Señora y Madre, por mis muertos, por los que partieron a la eternidad, al oír el inexorable llamamiento del SEÑOR; Sea para ellos la paz de la eterna beatitud, mediante tu poderosa intercesión y tu inmensa misericordia. Mas, al irse han dejado crespones en el alma y una fuente de lágrimas en la familia… Para los que gemimos bajo el peso de la tribulación danos la resignación que levanta y el amor al sufrimiento que redime y salva…
Sé Madre, dos veces Madre, de esos que vienen a tus plantas, vestidos de luto y con los ojos cansados de llorar; llena con tu ternura y especial protección el hondo vacío que la muerte ha dejado en medio de ellos… Ten piedad de los huérfanos, de los que sufren.
De mí no te he hablado todavía; escucha mi última palabra… Bien conoces, Madre mía, las heridas que llevo en mi alma: abandonos, decepciones, ingratitudes, calumnias… A los que amé me pagaron con olvido; los que recibieron beneficios me devolvieron espinas.
No me quejo de los inescrutables designios de la adorable Providencia que hizo de los dolores del destierro crisol de expiación y escala del paraíso…
Por eso, no te pido, Madre, que las cures… déjalas así, sangrantes… bien abiertas. Pero arrima mi corazón deshecho al tuyo inmaculado… despréndelo de todo lo terreno, encadénalo amorosamente al Sagrario… Nada deseo en la vida, ni riqueza, ni glorias, ni placeres; sino, ser tuyo, nada más que tuyo… eternamente tuyo, Madre mía.