Cuando niños aprendimos a pedir perdón, pero no a perdonar.
Muchas veces hacemos cosas sin darnos cuenta o sin medir las consecuencias de nuestras acciones. Nuestras palabras o nuestro comportamiento pueden herir muy profundamente a los demás y a esos seres que mas amamos. peor aún, nuestro orgullo, arrogancia o despotismo no nos deja pedir perdón.
Si retrocedemos en el tiempo recordaremos las veces que nuestros padres nos decían: ve y discúlpate, dile que te perdone y otras tantas frases para que pidiéramos perdón por nuestras errores o equivocaciones. Desafortunadamente, nunca nos enseñaron a perdonar.
Siempre he pensado que a pesar de nuestro orgullo, pedir perdón es la parte más sencilla. Lo duro es perdonar. Me refiero a perdonar de corazón; podemos decir de labios afuera te perdono o te disculpo, pero por dentro aun guardar ese rencor.
¿Qué es perdonar?
De acuerdo con el diccionario, «perdonar es olvidar una persona la falta que ha cometido otra persona contra ella o contra otros y no guardarle rencor ni querer castigarle por ella, o no tener en cuenta una persona una deuda o una obligación que otra tiene con ella».
En otras palabras, perdonar es olvidar, borrar de la mente ese acontecimiento que causó dolor u ofensa. al olvidar la ofensa, se termina el rencor y la sed de revancha o venganza. Vuelve la paz a nuestro corazón.
En Proverbios 17:9 encontramos: «El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos».
Muchas veces, para poder perdonar debemos entender que nos somos perfectos. Solo Dios es perfecto; somos humanos y cometemos errores. cometemos errores
¿Por qué es importante perdonar?
Mateo 5:23, 24, “Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda”.
Primeramente, el perdón es un mandato de Dios. Si queremos acercarnos al padre tenemos que hacer su voluntad y hacer su voluntad es cumplir sus mandatos y el perdón es uno de ellos.
Mateo 6:14, «Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial».
Cada vez que perdonamos somos redimidos, somos liberados. Esto quiere decir que perdonar es liberar el espíritu. Mejor dicho, perdonar es el camino de la liberación espiritual, mental y emocional. La persona que auténticamente se libera es aquella que perdona, echando fuera de su alma el pasado, la culpa, el rencor y la venganza. Si no perdonamos, el rencor nos corrompe, nos consume el alma y la mantiene atada a heridas y dolores pasados.
Muchas de nuestras enfermedades físicas son por la falta de perdón. En retiros y misas de sanación y liberación, familias enteras se sanan gracias al perdón. Más de una vez, la razón por la cual los hijos se descarrilan y entran al mundo de la droga, la prostitución, el laconismo, etc. es debido a la falta de perdón. Hay que pedir perdón y perdonar a nosotros mismos, a nuestros propios hijos y a nuestros antepasados. Debemos pedir perdón por las veces que hemos ofendido sin darnos cuenta o ignorantemente.
El perdón es sanador, el perdón es liberador. No es fácil perdonar, pero ¿por qué no intentarlo? ¿Por qué no dejar el orgullo, el rencor, la rabia y darnos una oportunidad para liberarnos, una oportunidad para ser felices?
Efesios 4:32, «Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo».